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Los volcanes de Santorini, bajo control

Carla Vidal

 

La magnífica isla griega de Santorini es fruto de la actividad de uno de los arcos volcánicos más activos del Mediterráneo. Sobre ella y las islas colindantes nos ha ilustrado la geóloga y funcionaria en la OASP Earthquake Planning and Protection Organization (Atenas, Grecia) Maria Manousaki

Grecia es un país en el que se encuentran alrededor de 35 volcanes, aunque actualmente sólo 5 de ellos están activos. A pesar de que el número sea bajo, su actividad debe ser monitorizada y evaluada continuamente pues existe siempre un riesgo que se puede traducir en actividad sísmica o corrimientos de tierras. De ello se encarga Manousaki -y un gran equipo de investigadores- desde un comité científico que se creó en 2012 después de que durante 2011 se detectara un aumento de la actividad sísmica después de una erupción en la zona de Santorini.

“El monitoreo de los volcanes es esencial para poder elaborar unos planes eficaces de protección”, contaba la geóloga griega para ilustrar el trabajo que se desarrolla a diario desde este comité en el que también “se coopera con otros investigadores internacionales con los que compartimos datos”. A pesar de que ahora el volcán está en una fase durmiente “conviene estar preparados”, sentenciaba Manousaki.

Para entender la necesidad de esta vigilancia y recopilación de datos ininterrumpida, Maria ha descrito la historia sísmica de la región que se originó hace 40 millones de años. A lo largo de este tiempo han sido varias las erupciones, fruto de las cuales es “la fisonomía actual de la isla de Santorini -que en realidad son cinco islas- y su espectacular caldera”. Pero las erupciones, terrestres y submarinas, no solo han cambiado la geografía de la zona sino también su historia humana pues “han habido catástrofes, como el tsunami que produjo en 1650 a causa de la erupción del volcán submarino Columbo y que produjo muchas víctimas mortales”, así como migraciones de poblaciones que abandonaron ciudades como la antigua Akrotiri, “la Pompeya griega, en la que se encuentran restos arqueológicos pero ninguno de humano ya que pudieron irse antes de que llegara lo peor”, recordaba Manousaki.

Estas consecuencias negativas de la actividad de la Tierra confirman la necesidad de “establecer protocolos de actuación en caso de emergencia, como es el caso del programa Talos -nombre del gigante griego que protegía la isla de Creta- y que sirve para establecer cómo han de actuar las administraciones y los servicios técnicos según niveles de peligrosidad”. Pero, como muchos de los ponentes que pasan por el congreso, la geóloga no sólo ha puesto el acento en los aspectos más negativos de la actividad de los volcanes sino que también señalaba sus beneficios, “como esos magníficos vinos de Santorini o sus apreciados tomates cherry, producto de los fértiles suelos que debemos a a la actividad volcánica”.

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